Ventanas, más que un hueco en la pared.
Más que un hueco en la pared
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En arquitectura es tan importante la materialidad que define una obra como la inmaterialidad que esta delimita. El adentro y el afuera son dos realidades concretas invocadas y separadas únicamente por la materialidad del edificio; si bien hay elementos arquitectónicos que hacen que esta dicotomía se haga algo difusa, es claro que el interior de un edificio genera unas experiencias sensoriales y vivenciales únicas, que no se encuentran en el exterior.
La ventana se conforma como un elemento capaz de conectar el adentro y el afuera desde una Gestalt perceptiva por antonomasia. Podemos ver, oír, sentir o inferir unas características propias del exterior, desde el mundo inherente al interior, todo de manera simultánea; dando como resultado, no la simple suma de sensaciones, sino una nueva realidad perceptiva. Una realidad hija de los mundos del exterior y el interior pero que va más allá de estos, desarrollando una agenda propia, potenciando la experiencia del observador.
Así como la existencia de un puente sobre un río crea el escenario adecuado para concentrar la conexión de dos puntos geográficos, la ventana y el edificio potencian la percepción de contextos naturales y urbanos que pasarían desapercibidos para el observador desprevenido. Un espacio interior sin relaciones visuales con el exterior se convertirá en una prisión perceptiva, donde la persona se habrá abstraído del contexto que lo rodea tanto temporal como espacialmente. Al mismo tiempo, un edificio sin elementos en los cuales podamos percibir desde el exterior algo de sus espacios interiores no diferirá mucho de un ejercicio escultórico alejado de esa escala humana esencial para la arquitectura.
Las ventanas poco a poco adquieren esa importancia de comunicación, el habitante puede ver hacia afuera; mientras que el transeúnte, además de ser objeto de la mirada, tiene la posibilidad de dirigir su mirada al interior, atisbar en ese interior, como sabueso. Así mismo, desde allí, el morador expresa y deja ver sólo lo que quiere mostrar de su intimidad; desde allí, se evidencia su estatus social; desde allí, se muestran sus vanidades, pero también puede ser un canal de protesta.
Las ventanas, aquel elemento arquitectónico por excelencia de las construcciones, definido como una simple abertura en las edificaciones, es en principio sólo eso: un hueco en las paredes cuyas funciones básicas son el permitir airear e iluminar los espacios interiores, fueron evolucionando para convertirse elementos de diálogo entre los moradores de las estancias y el mundo exterior.
De esta manera, la potente esencia espiritual que emanan las catedrales góticas, hubiera sido imposible de alcanzar sin la sofisticada carga perceptiva que le otorgan sus elaborados vitrales. Estos crean una luz que baña al observador desde lo alto del edificio, creando una relación que lo conecta, tanto física como metafísicamente, con ese cielo que venía buscando. O los alfeizares de la arquitectura morisca, que desde los gruesos muros generados como respuesta a los veranos del sur de España, generan espacio autónomo para la contemplación. Son solo unos ejemplos de una misma búsqueda que se repite con todas las visiones de arquitectura, cada una, desde las realidades tecnológicas y culturales propias de su época, una investigación constante que intenta definir la relación interior - exterior que mejor se acople a su logos arquitectónico.
Y ello ha hecho que ese “sólo hueco” haya evolucionado estéticamente y que de acuerdo con la esencia de cada sociedad y de cada individuo de ella, proliferen las diferentes formas decorativas.
Y es que, ya sea desde la explosión perceptiva de los ornamentos del Barroco, la frugalidad de elementos de los vanos del Movimiento Moderno o la reinterpretación de dinteles y jambas clásicos que desarrolla el Posmodernismo, las materialidades y relaciones invocadas por este artefacto perceptivo que conecta interior y exterior, llamado ventana, serán tan variadas como variadas sean las propias visiones de arquitectura que el ser humano pueda llegar a concebir.
Oscar Hernando Fandiño Pinilla
Periodista
José Leonardo Prieto Fandiño
Arquitecto
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